"Esta me la como yo. Me hago cargo y quedo como el primer cagón de lo que pasó porque soy el técnico. Pero a partir de ahora no puedo dejar pasar más algo así. Hay una sola cosa positiva: la situación en el campeonato. Estamos primeros y ahora hay que ganarlo como sea". Tan sólo 12 horas después del Monumentalazo de San Lorenzo, en el primer entrenamiento post eliminación de la Copa, Diego Simeone le bajaba este mensaje a un plantel golpeado, cabizbajo, con el ánimo por el subsuelo. La respuesta de sus jugadores llegó con hechos: a un mes exacto del 8M, River grita campeón. E inscribe este 8J en su rica historia, llena de vueltas olímpicas. Diga 33.
Si a este equipo se le cuestionará por siempre aquel derrape que avergonzó a sus hinchas y culminó en lluvia de maices, también habrá que reconocerle que le sobraron huevos para bancarse la mala y pasar de villanos a héroes en cinco partidos (victorias ante Gimnasia, Huracán, Colón y Olimpo, y empate con Independiente). Hubo autocrítica puertas adentro y juramento de revancha. Un plato que comió bien frío.
Se escribirán páginas enteras de Diego Buonanotte, la última gran joyita de la abuela que disfruta River. Sus dos enormes definiciones (medio gol del Cholo en el 1º) lo consagran como el gran artífice de este campeonato, que puede terminar como goleador (está a 2 de Cvitanich, de Banfield, a quien enfrenta en la última fecha). También habrá hojas enteras para Ariel Ortega, que una vez más resurgió de las cenizas y terminó como titular y capitán, levantando el trofeo al campeón del Clausura 2008.
El que tendrá un capítulo aparte será Oscar Ahumada. Su desafortunada frase nunca tendrá redención total para muchos hinchas que se sintieron tocados. Pero si después del escrache en la puerta de su casa y los insultos en Avellaneda hoy sigue con vida en River, es pura y exclusivamente por lo que transpira la camiseta en cada partido. Sangre, sudor y garra.
En el libro de River campeón también habrá secciones para la pegada de Abelairas, las atajadas de Carrizo (clave en la primera parte del torneo), el optimismo del gol de Abreu, los destellos de calidad de Falcao, el golazo de Villagra a Colón, la trabada de Tuzzio con la cabeza ante Olimpo. Pero el último capítulo, el que cierre el 33º volumen, será para Diego Simeone. Aferrado a su estilo se salió una vez más con la suya. Como en Racing, que agarró a una semana de colgar los botines y tras un comienzo coleccionando derrotas, lo dejó con cinco victorias al hilo. Como en Estudiantes, al que sacó campeón después de 22 años y ganándole una histórica final a Boca. Como en River, con el que cortó una sequía de 4 años sin títulos en sus primeros seis meses en el club.
Ojalá no, pero si Basile no corona su vuelta a la Selección con un título en Sudáfrica, quizás en 2010 estemos hablando de un nuevo desafío para la carrera de un DT que dirige como jugaba: con el chuchillo entre los dientes.
Si a este equipo se le cuestionará por siempre aquel derrape que avergonzó a sus hinchas y culminó en lluvia de maices, también habrá que reconocerle que le sobraron huevos para bancarse la mala y pasar de villanos a héroes en cinco partidos (victorias ante Gimnasia, Huracán, Colón y Olimpo, y empate con Independiente). Hubo autocrítica puertas adentro y juramento de revancha. Un plato que comió bien frío.
Se escribirán páginas enteras de Diego Buonanotte, la última gran joyita de la abuela que disfruta River. Sus dos enormes definiciones (medio gol del Cholo en el 1º) lo consagran como el gran artífice de este campeonato, que puede terminar como goleador (está a 2 de Cvitanich, de Banfield, a quien enfrenta en la última fecha). También habrá hojas enteras para Ariel Ortega, que una vez más resurgió de las cenizas y terminó como titular y capitán, levantando el trofeo al campeón del Clausura 2008.
El que tendrá un capítulo aparte será Oscar Ahumada. Su desafortunada frase nunca tendrá redención total para muchos hinchas que se sintieron tocados. Pero si después del escrache en la puerta de su casa y los insultos en Avellaneda hoy sigue con vida en River, es pura y exclusivamente por lo que transpira la camiseta en cada partido. Sangre, sudor y garra.
En el libro de River campeón también habrá secciones para la pegada de Abelairas, las atajadas de Carrizo (clave en la primera parte del torneo), el optimismo del gol de Abreu, los destellos de calidad de Falcao, el golazo de Villagra a Colón, la trabada de Tuzzio con la cabeza ante Olimpo. Pero el último capítulo, el que cierre el 33º volumen, será para Diego Simeone. Aferrado a su estilo se salió una vez más con la suya. Como en Racing, que agarró a una semana de colgar los botines y tras un comienzo coleccionando derrotas, lo dejó con cinco victorias al hilo. Como en Estudiantes, al que sacó campeón después de 22 años y ganándole una histórica final a Boca. Como en River, con el que cortó una sequía de 4 años sin títulos en sus primeros seis meses en el club.
Ojalá no, pero si Basile no corona su vuelta a la Selección con un título en Sudáfrica, quizás en 2010 estemos hablando de un nuevo desafío para la carrera de un DT que dirige como jugaba: con el chuchillo entre los dientes.
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