La primera respuesta es la más simple: falta de contundencia. Genera mucho, convierte poco. Y en ese ir e ir, se desgasta. Porque Palacio podrá correr todas, pero no es Flash. Porque Palermo podrá ir a cabecear todas, pero no es Superman. Porque Pochi Chávez tiene cositas de Tevez, pero le falta un largo camino para heredar el apodo del Apache. Porque Riquelme podrá poner dos o tres pelotas de gol por partido -e incluso podrá marcar dos goles como esta noche- pero no es Maradona. Entonces llega un momento en que el cuerpo no responde. Y aparecen los huecos. Porque Battaglia y Vargas podrán barrer y barrer, pero no son Manliba. También se suceden las desatenciones en el área, como las que costaron dos goles ante Atlas y el primero de Fluminense. Y un principal culpable, el paraguayo Julio Cáceres, que hasta ahora no logró dar la misma seguridad con los pies que con la cabeza. ¿Lo de Migliore? No, eso es para un párrafo aparte.
Es un arquero atajador, volador, de grandes reflejos. Pero siempre transmite esa sensación de hincha que se bajó del paraavalanchas y se puso los guantes. Entonces muchas veces se lo comen los nervios, la ansiedad. Sus ganas de resolver todo rápido, como en el fatídico remate de Thiago Neves, la figura del Flu. Esa daga de la que Boca no pudo reponerse en el cuarto de hora que le quedaba al partido.
Con el pitazo final empezó a jugarse el partido de vuelta. Ese que pinta bien difícil para los de Ischia, ya que Fluminense es más que Cruzeiro y Atlas, quedó claro. Pese a que el 0-0 y 1-1 lo clasifica, se prevé que Renato Gaúcho no cederá la iniciativa como hizo Miguel Brindisi en México. Sería un pecado mortal para los cariocas. Sobre todo porque Boca tiene la receta para liquidarlo.
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