Por Diego Marcos*
Señores, de pie. De pie… o como permita la muchedumbre. Hay que aplaudir y ovacionar a la impactante revolución tucumana. O sólo admirarla, si resulta imposible mover las manos o llenar los pulmones apretujados por tantos cuerpos ganados por el fervor. El fenómeno se repite cada 15 días, y cuanto menos es conmovedor: San Martín y Atlético juegan con sus canchas a punto de explotar de gente. Al borde del estallido. En el límite con el desborde. La convocatoria de los dos cuadros convirtió a Tucumán en la Capital Nacional de la cancha llena: invariablemente, una hora antes de los partidos ya no hay lugares disponibles. No entra una empanada.
El Santo es único líder de la B Nacional –a punto de concretar su regreso a Primera- y el Decano puntea su zona de la ronda semifinal del Argentino A. Eternos y acérrimos enemigos, coinciden en el éxito deportivo, y en la movilización popular. San Martín no baja de 27.000 espectadores en la Ciudadela (¿Se puede respirar en ese estadio…?), y Atlético mete 25.000 cada vez que juega en el Monumental. 52.000 personas. Tremendo. Tanto que los dos clubes planean ampliar el aforo de sus edificios.
El jardín de la República luce más rosas que espinas. Lleno de flores. Repleto de color. Aún en otoño, Tucumán vive su primavera futbolera.
*Ex redactor de Deportes de La Razón y prosecretario de Deportes de Crónica. Actualmente es redactor jefe de de la revista Paparazzi.
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