Cómo duele. Cada una de las cuatro puñaladas alemanas hirieron el orgullo del fútbol que supimos conseguir. Y lo dejaron desangrando. El equipo de Löw le dio una lección de juego colectivo a los hombres de Maradona, que ayer fueron más que nunca once individualidades a la buena de Dios. Diego propuso un partido de golpe por golpe, y besó la lona en el primer round.
Se equivoca el ¿ex? DT de la Selección al decir que el tempranero gol de Müller "cambió el partido". Fue justamente todo lo contrario. Alemania, pese a la ventaja conseguida, fue por más. Por mucho más. Pasaba mitad de cancha con seis y hasta siete hombres. Explotaba las bandas, ahí por donde el pobre Otamendi y el experimentado Heinze primero hicieron agua, luego una laguna y finalmente un río. Entonces Müller y Podolski tenían vía libre para abastecer a Ozil y Klose. Y además se sumaban Lahm, Schwensteiger y Khedira, ante la tibieza de Di María y la irregularidad de Maxi Rodríguez. Mascherano, desbordado, hizo lo que pudo. Era toda una invasión alemana.
En cambio, cuando Argentina tenía la Jabulani, no abría la cancha, carecía de convicción para encarar (sobre todo Di María e Higuaín), se la daba a un Messi muy retrasado y chocaba contra una defensa alemana que mostró grietas ante los pases profundos, pero con un detalle: esos pases escasearon.
En defensa también hubo diferencias notorias. Mientras ellos presionaban desde tres cuartos de cancha, nosotros recién los molestábamos cuando merodeaban el área de Romero. Sólo cuando Tevez y Mascherano contagiaron al resto a plantarse más arriba, Alemania tuvo dificultades para hacer su juego. Pero fueron sólo 15 minutos del segundo tiempo, los mejores de la Selección dentro de una pobreza alarmante. La sensación era clara: convertíamos en ese momento o chau Mundial, porque los germanos iban a relanzar sus tanques para liquidar la batalla, como hicieron con Inglaterra. Dicho y hecho.
Desde el banco no hubo reacción. Como anticipó Tinta Deportiva, Maradona había pensado seriamente en ir desde el vamos con tres centrales más Jonás Gutiérrez y Clemente Rodríguez como laterales-volantes, sumados a Mascherano y Verón en el medio. Pero Diego finalmente se la jugó por los mismos once que vencieron a México, desoyendo la señal de alerta que sonó durante gran parte del partido de octavos. A la media hora de juego, cuando las bandas eran una fiesta alemana, mandó a precalentar a Clemente. Pero fue sólo otro amague.
En el segundo tiempo, cuando tardíamente llamó a Pastore para darle por fin un socio a Messi, llegó el segundo gol de Alemania, tras una incursión más de Podolski y la definición de Klose abajo del arco. Sí, abajo del arco. De papi fútbol. Como para que la puñalada duela más.
Ya con el chárter esperando en el aeropuerto, el final fue parte de una humillación que no se merecía esta Selección. El 3-0 y el 4-0 sellaron una derrota que obliga a replantear los pasos a seguir. Maradona, ensayando una despedida que luego intentó negar, deseó que "ojalá el que venga siga este camino que se empezó acá, el camino del fútbol que le gusta a la gente". Ayer al menos, el fútbol que le gusta a la gente lo puso Alemania. Y lo sufrió Argentina. Cómo duele.
(Hoy domingo, Tinta Deportiva publicará los informes especiales sobre las portadas de los diarios de Brasil, Holanda, Uruguay, Ghana, Argentina, Alemania, España y Paraguay, luego de los partidos de cuartos de final)
domingo, 4 de julio de 2010
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